lunes, 2 de agosto de 2010

Sermones del año de avivamiento - C. H. Spurgeon

El Estandarte de la Verdad. 1959(1996 2ed.). 176p.

El año 1859 fue de escaso significado político para hacerlo permanentemente memorable. La agonía de la guerra de Crimea y los efectos causados por el Motín de la India, ya habían pasado. La Guerra Civil Americana, con sus repercusiones sobre el comercio inglés, todavía no había empeza­do. Al otro lado del Canal, los conflictos entre Francia y Austria se desarrollaban sobre la Península Italiana sin interferencia inglesa. Con rutinaria normalidad, la reina Victoria cumplía sus veintidós años de reinado, y en Westminster, por segunda vez, lord Palmerston tomaba posesión del cargo de primer minis­tro, cargo que desempeñaría sin aconteci­miento alguno de importancia. Sin embar­go, en los anales de la Iglesia Cristiana, este año se destaca como un verdadero año de gracia. Desde entonces Inglaterra no ha conocido otro año como éste, y es por eso que los movidos episodios del mismo merecen un recuerdo duradero.

Un martes por la noche, concretamente el día 4 de enero de 1859, Charles Haddon Spurgeon, que entonces contaba veinticua­tro años de edad, dirigía la palabra a una gran multitud congregada en Exeter Hall, bajo los auspicios de la Asociación Cristiana de Hombres Jóvenes. El tema de su discurso versó sobre la propagación de la fe (De Propaganda Fide), y, en el mismo, Spurgeon abogó por la necesidad de un avivamiento: «Aun en esta hora debemos confesar que no gozamos de la presencia del Espíritu Santo en la medida que nosotros lo desearíamos... ¡Oh, qué resultados se producirían en los congregados aquí esta noche, y sobre todas las asambleas de los santos, si descendiera el Espíritu de Dios! No buscamos exaltacio­nes extraordinarias -que son las falsas acom­pañantes de todo avivamiento genuino- sino que deseamos que el Espíritu Santo sea derramado sobre nosotros... El Espíritu sopla sobre nuestras iglesias con su aliento afa­ble, pero no es más que un soplo suave, ¡Oh, si viniera como un viento recio que arreba­tara todo en pos de sí! ¡Esta ha sido la necesidad de todos los tiempos; esto es lo que hace falta en nuestra nación! ¡Oh, que nos venga como una bendición del Altísimo!» Este deseo se cumplió. En la primavera del año 1859, y haciéndose eco del avivamiento que ha­bía empezado en América en el invierno de 1857-58, se inició un gran despertamiento en la parte norte de Irlanda y en el país de Gales. A principios de verano ya se había propagado desde Irlanda a Escocia, y al finalizar el año, Spurgeon podía escribir: «Los días de refrigerio por la presencia del Señor, fi­nalmente se dejan sentir en nuestra nación».

CONTENIDO.

I La Historia de las Grandes Obras de Dios. «Oh, Dios, con nuestros oídos hemos oído, nuestros padres nos han contado, la obra que hiciste en sus días, en los tiempos antiguos.» -Salmo 44:1.
II La sangre del Pacto Eterno. «La sangre del testamento eterno». -Hebreos 13:20.
III La Necesidad de la Obra del Espíritu Santo. «... y pondré dentro de vosotros mi Espíritu». -Ezequiel 36:27.
IV Elección y Llamamiento. «Y a los que predestinó a estos también llamó». -Romanos 8:30.
V Un Sermón de Despedida. «Por tanto, yo os protesto el día de hoy, que soy limpio de la sangre de todos: porque no he rehuido de anunciaros todo el consejo de Dios.» -Hechos 20:26-27.

Libro completo en FELIRE.
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